Subscribe Twitter Facebook

jueves, abril 12, 2007

New York

Poner en palabras la montaña rusa de emociones por la que pasé la semana pasada es como pretender que nadie piense en el limpiador de pocetas Más cuando alguien dice "puede pasar con confianza": casi imposible.

El 6 de abril cumplí uno de mis sueños: conocer la Gran Manzana. Venía de regreso en el avión pensando en cómo todo lo que sucedió en ese viaje sucedió por una razón (los detalles de los acontecimientos quedarán en mi memoria y en la de quienes estuvieron ahí conmigo física o telefónicamente y no aquí... así que dejen el chisme, que sé que no les gusta... pero les entretiene). Fue sencillamente perfecto. Y no porque haya sido todo felicidad, sino porque lo tuvo todo. Fue integral. Fue matar la fiebre (por supuesto), pero fue también cerrar capítulos... y abrir nuevos.

--- fin de la parte Carlos Fraga del post ---

Conté con la suerte de tener conmigo a mi prima María Gabriela en parte del viaje y una lista de lugares sugeridos por Scott, uno de los productores que trabaja conmigo aquí en Toronto, que vivió en NYC por tres años y sabe cómo se bate el cobre. Así que tuve la experiencia turística básica pero también tuve una experiencia más propiamente neoyorkina, por llamarle de alguna manera.

Pude ver de cerca los clásicos:
  • Times Square: que me desarmó por completo, como si fuera la primera vez, todas y cada una de las veces que lo visité.
  • Central Park: mágico. Nada como la energía de acostarse en la grama bajo el Sol, comiendo una barra de chocolate Lindt (comprada en la 5ta. Avenida, por supuesto).
  • Empire State.
  • Rockefeller Center: Top of the Rock ofrece, de lejos, la mejor vista de Manhattan con la mitad de la gente del Empire State.
  • Battery Park: desde donde se ve la Estatua de la Libertad a lo lejos, por allá botada.
  • Puente de Brooklyn: otra de esas grandes imágenes que todos tenemos de la ciudad. Excelente caminata.
  • Ground Zero: estar ahí, recordar lo que sucedió y sentir que falta algo fue una de las sensaciones más oscuras del viaje.
  • Grand Central.
  • Wall Street.
  • Edificio Chrysler: mi edificio favorito en el paisaje de Manhattan.
  • El Fantasma de la Ópera en Broadway: no me pareció la gran cosa. Ojo, los asientos baratos no son asientos... son lugares detrás de las barandas, de pie.
  • Lincoln Center.
  • Soho.
  • El Moma: donde vi una exposición de Armando Reverón que me alborotó el tricolor patrio interno. ¡Demasiado! Desde "La persistencia de la memoria" de Dalí, "One: Number 31, 1950" de Pollock, "The Starry night" de Van Gogh, pasando el "Broadway Boogie Woogie" de Mondrian hasta llegar a las latas de sopa Campbell's de Warhol.
  • El Metropolitan.
Pero además asistí a una noche de comedia en el Comedy Cellar (donde de vez en cuando se dejan ver personajes como Robin Williams, Ray Romano, Wanda Sykes y Chris Rock y donde pude ver a Colin Quinn de Saturday Night Live (aunque su show no me gustó mucho)), agarré la vibra de Harlem caminando por la calle 125, almorcé en el restaurante más famoso de soul food, Sylvia's Soul Food; me tomé un martini en Shalel, un bar marroquí muy chic escondido en un sótano en Columbus con la 70 (donde casualmente conocí al dueño, muy simpático), me tomé unas cervezas en el White Horse Tavern, cuna de legendarios escritores y donde Dylan Thomas literalmente bebió hasta que se murió...

Fue entonces una experiencia muy completa, en lo turístico y lo personal. Sí, le pegué un buen mordisco a la manzana... pero ahora es cuando le queda 'cajne'.

0 comentarios: