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jueves, febrero 10, 2011

Ese conteo regresivo inexorable: Alquilar piso en Madrid

 Interesante imagen de Google Earth del edificio donde viví en la calle Ayala de Madrid.

Viví en esta habitación de la calle Ayala durante 14 meses. Digo viví porque, aunque sigo viviendo en ella durante 18 días más, mi partida es tan ineludible como la gravedad. La relación con mi compi se balanceaba en una cuerda floja estabilizada sólo por los niveles de comedia que sus incoherencias le imprimían a mi vida y a la de quienes me rodean.

Mis amigos más cercanos, y quienes han podido quedarse en mi casa de visita, han podido compartir episodios memorables como "La panza no es lo que vende sino los bíceps", "¿Estás cocinando arepas?", "Al final, te digo cómo vamos a acabar. Como perras.", "¿Y tú rayas el pan?", "¿Estás segura de que no te quieres venir a vivir a España?" o "Qué graciosos los venezolanos y las arepas."

Pero ya. Se acabó la paciencia y llegó la hora de emprender vuelo, emanciparme a una vida donde seré dueño de mi destino y no tendré que aguantar más entrometimientos en mi vida. ¡Adiós!

Ahora me encuentro en la penosa labor de buscar piso. Buscar piso es como buscar pareja en un mes para casarte directamente, con todas las implicaciones que eso puede acarrear. Igual que en la vida real, algo captura tu atención, llamas, conciertas una cita y una vez ahí te dices, "Cariño, no eres la madre de mis hijos. Papito, no eres el cromosoma Y de mis crías." Como en la vida real, te quieres casar con Scarlett Johansson o George Clooney... pero te toca conformarte con Joselo o Laura Bozzo.

Estimo que, de no encontrar nada, comenzaré a preocuparme seriamente a partir del 15 de febrero y entraré en pánico el 25, siendo el 28 de febrero el culmen del estrés, con más de mil trozos corporales en escena. Digo esto porque quiero que ustedes, queridos lectores, se imaginen mi cuerpo literalmente estallando en mil pedazos de estrés que se desparramarán por todo Madrid, desde las Torres Kio hasta la Puerta de Toledo... desde el Templo de Debod hasta el Estadio Olímpico de la Peineta.


Una sensación, casi un déjà vu, me invade cuando busco en idealista.com y veo los mismos pisos remezclados una y otra vez. He caminado todo Madrid anotando teléfonos de pisos de dormitorios inciertos, de precios seguramente inasequibles, de contestadoras que nunca devolverán la llamada mientras las rendijas de las suelas de mis zapatos sistemáticamente se llenan de mierda (literalmente) que piso por andar con cara de bobalicón buscando los carteles que ya mis retinas reconocen a la distancia.

Carteles que, a medida que pasa el tiempo pareciera que dijeran...