Subscribe Twitter Facebook

sábado, marzo 26, 2011

Adulto i rresponsable


La primera vez que entré a mi apartamento nuevo sentí felicidad absoluta. Cuando metí la última caja de la mudanza sentí paz infinita. Minutos después, cuando me dí cuenta de que por primera vez en mi vida dependía por completo de mí mismo sentí pánico.

No es fácil para una persona como yo, que le tiene miedo al compromiso, firmar un contrato que te ate a algo durante un tiempo determinado. De ahí la analogía que hacía en el anterior post a "buscar pareja en un mes para casarte directamente."

Pues me casé y estoy muy feliz.

Típicamente, el paso que sigue a casarse es buscar descendencia. No voy a adentrarme en la altamente inapropiada e indecorosa empresa de describirles un obsceno episodio erótico-festivo con mi apartamento, por la única razón de que quiero que -quienes me conozcan- me visiten y creo que la gente se sentiría un poco incómoda sabiendo que me propasé con mi apartamento de forma concupiscente.

(Aunque ahora que lo pienso, todos somos adultos y sabemos que hemos tenido sexo salvaje y explícito en la vida, y que nuestros amigos también lo han hecho y eso no nos escandaliza, ni nos impide seguir cosechando nuestras amistades, así que...) Acaricié sus suaves paredes blancas con mis trémulas manos que...

----------------

Primero pensé adoptar un cachorro, pero perro que se respeta tiene que ser grande. Todos esos perros afeminados que parecen abortos de especies más grandes no merecen llamarse perros y deberían ser exterminados en masa para crear cosas más útiles como por ejemplo abrigos. Yo no solía ser así. Creo que esta repulsión viene del hecho de que mi ex-compañero de piso le decía chuchis a sus dos westies.

Al final, como mi apartamento es pequeño y la mayor parte de mi vida la paso en la oficina (se avecina un post sobre eso), sería una completa maldad adoptar un perro. Así que, en mi afán por tener una vida a mi cargo, decidí comprar semillas y sembrar dos plantas: una de orégano llamada Gertrudis y otra de albahaca llamada Macarena y a la que le gustan los veranos en Marbella.

Gertrudis a la izquierda y Macarena a la derecha.

Era la decisión lógica, eminentemente porque si alguna llegara a morir por negligencia, sería fácil deshacerse de su cadáver. No sería tan sospechoso que me encontraran al lado de la M30 lanzando una planta muerta que un perro muerto.