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miércoles, julio 06, 2011

Iguales, después de todo


Probablemente una de las convenciones sociales más comunes, y de las que más damos por sentado [redoble de batería] Parte ineludible de nuestro ser animal, nuestra condición salvaje. Tan animal como el sexo, pero infinitamente menos censurado.

El sanitario. El servicio. El aseo. El cuarto de baño. El toilet. La poceta. El water. El WC. La taza. El retrete. La loza. El inodoro. El trono. El urinario. El tocador.

Fue apenas en el sigo XIX cuando comenzaron a integrarse cuartos de baño en las edificaciones, por lo que es comprensible que Simón Bolívar dijera "Moral y luces son nuestras primeras necesidades." En ese momento histórico no conocían la dicha de contar con uno de estos mágicos cuartos donde nos despojamos de lo más sucio de nosotros mismos y lo hacemos desaparecer con solo operar una palanca.

Cada quien tiene sus niveles de pudor. Sé de gente que no puede hacer ni siquiera número 1 si tiene a una persona cerca. Yo puedo hacer número 1 donde sea. No me importa. Pero número 2 es otra cosa. Lo que sucede con número 2 es que traspasa mi burbuja de comodidad y penetra en la burbuja de comodidad de los demás.

Yo soy muy respetuoso con las burbujas de comodidad de los demás, pero muchas veces me veo obligados a violarla. La sociedad moderna, al exigirnos permanecer en nuestros lugares de trabajo al menos ocho horas diarias, ha tenido que trivializar ese delicado momento del despojo. No se equivoque. Ir al baño siempre será un momento de absoluta vulnerabilidad. Exponemos lo más delicado de nuestro ser, donde sólo un delgado panel de metal, fórmica o acrílico separa al resto de la humanidad de esa parte vital de nuestra fisonomía, nuestra flor.

Cuando uno está en el baño y todos los demás están haciendo lo propio, hay un acuerdo social de confidencialidad, pero a veces se presenta el incómodo momento en el que entras y está una señora limpiando. No es suficiente entrar al cuartico. Señora, ¡no quiero que escuche mi chorrito! El chorrito dice mucho de la manguerita. Quien ha visto a un bombero apagando un incendio lo sabe.

Cuando uno está en el baño hay una igualdad de estatus de participación y todo lo que pasa ahí, permanece ahí. En tu mente quedará el recuerdo de cuando escuchaste que Perencejo estaba meando y se le escapó un peo travieso, o del violento ataque de diarrea de la persona de al lado que resulta ser tu jefa (o quienes recordarán el infame episodio durante mi viaje a Colombia). En tu mente quedará y no podrás compartirlo, ni discutirlo... porque similar información tendrán de ti. Es un soborno tácito y mutuo.

Hay reglas comunes de cortesía que a veces se rompen. Como por ejemplo, cuando sostienes tu virilidad en el urinario, entra un conocido o un colega y se pone a hablar a tu lado. Te pregunta si el reporte Johnson estará listo para las 4 p.m. ¿Qué puedes decir? Estás expuesto, desasistido. Tienes muy poco poder y el reporte Johnson va a tener que estar listo para las 4 p.m. Maldita sea.

Todos tenemos historias vergonzosas de gente que abre una puerta en un momento inadecuado, o episodios de escasez de artículos de limpieza. Esto es quizá lo único que verdaderamente une a la raza humana, donde todos somos verdaderamente iguales. Una religión común.