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lunes, septiembre 28, 2009

Estrategia para una mudanza saludable


Es el momento de partir. Dado que Hal va a vivir con su socio y su hermano, tengo que mudarme el 30 de septiembre. No me entusiasma la idea de buscar sitio y mudarme, pero puede ser un cambio interesante. El cambio es siempre bueno, si se toma positivamente y así será. Voy a hacer las cosas con tiempo para no tener que correr a última hora.

Desde mañana busco apartamento.


30 días para la mudanza.
Acabo de ver el apartamento perfecto. El cuarto está en el ático de la casa y parece una casa en un árbol. Será como la casa en el árbol que nunca tuve. La dueña -llamada Veronique- es una señora francesa con un joie de vivre eléctrico. Es una casa de cinco niveles, queda justo frente a un supermercado, tiene lavadora y secadora en el sótano, una sala de televisión con muebles de cuero perfectos para echar un camaroncito los domingos en la tarde... ¡y barato!
Es el primero que veo, así que no me voy a precipitar. Ahora mismo es muy pronto para tomar una decisión.


26 días para la mudanza.
He visto varios sitios, pero ninguno sobrepasa el de Veronique. Ya me veo viviendo ahí. Aprovecharé la motivación para ponerme a botar peroles. Uno guarda cualquier cantidad de objetos inservibles y a mi alrededor veo acumulado un montón de cosas que sólo me estorbarán para mudarme.


23 días para la mudanza.
Saqué dos bolsas de ropa y una de basura y papeles. Ahora va a estar más fácil la cosa. Me debato entre botar o no botar las licras de leopardo que me compré para hacer aeróbicos. Me las compré y nunca las he usado. Estan nuevas... y son de leopardo. Reconozco que he debido meterme en clases de aeróbicos primero.
Sigo buscando apartamento, pero con mucha más calma. Me ha relajado enormemente saber que cuento con el lugar de Veronique. Mi criterio de búsqueda incluye categorías como tiene lavadora y secadora en el sitio, queda cerca de un supermercado, comparto el baño máximo con una persona y si queda cerca de la oficina.


14 días para la mudanza.
He seguido viendo apartamentos y creo que no debería buscar más. Qué manía tenemos en desconfiar de la primera opción por querer ver si hay más y mejores alternativas. A estas alturas ya debería haber aprendido que la primera opción, si es buena es la mejor. ¿A quién engaño? Le voy a escribir a Veronique que quiero tomar el cuarto.
Cuando seleccioné la ropa para botar, no había lavado la ropa sucia. Ahora tengo otra vez más o menos la misma cantidad de ropa en el closet. Parece que se hubiera multiplicado, coño. Voy a tener que hacer otra pasada. Esta vez creo que sí voy a botar las licras de leopardo y buena parte de las franelas viejas que uso para dormir, pero que no cunda el pánico: conservaré los boxers de Bob Esponja.


12 días para la mudanza.
Veronique no ha respondido, ni siquiera para decir que no.


11 días para la mudanza.
Veronique no ha respondido. ¿Será que está indecisa? Tengo su dirección, así que le voy a mandar un ramo de flores y unos chocolates para hacer su decisión más sencilla. Estoy un poco preocupado. Los avisos que veo en Craigslist son muchas veces repetidos y no se ve nada interesante. En vista de esto, he decidido flexibilizar un poco mi criterio de búsqueda. Ahora busco un sitio que tenga cuatro paredes y un techo -descartados los puentes, no descartados los calabozos-, a no más de una hora en metro de distancia, que tenga al menos un pozo séptico tipo los de las playas de Morrocoy para mi "moral y luces" y un catre para dormir. Podría pedir un par de alcayatas pero no tengo hamaca. También tomo en cuenta si de armarse un tiroteo en las cercanías me da chance de tirarme al piso.


10 días para la mudanza.
Veronique no ha respondido. Quizá no se acuerda de mi cara. Voy a pasar visitándola con el pretexto de que andaba en el vecindario, para cerrar en persona el trato.
Buscar un sitio para vivir es como buscar pareja por Internet: uno ve perfiles y perfiles -algunos muy interesantes, otros que meten miedo. Alguien te llama la atención, las fotos se ven prometedoras pero cuando llega la hora de verte cara a cara, la dura verdad es que las fotos son mejores que la realidad. A veces has visto tantas opciones que te resignas y piensas "Bueno, no está tan mal... le puedo dar un chance" y entonces te muestran el cuarto y dices "Yo ahí no duermo ni loco". Ha pasado.


9 días para la mudanza.
Veronique no va a responder. Consiguió a otra persona. Maldición. He debido decirle que sí ahí mismo, siguiendo mi instinto. Quizá si esta persona nueva no quiere mudarse al cuarto -digamos que se entere de que está infestado de ratas- Veronique acceda a dármelo.
Las fotos que la gente pone para mostrar los cuartos que alquilan deberían tener un archivo adjunto con el olor. Eso descartaría las casas donde viven indios y/o chinos.


8 días para la mudanza.
El abogado me dijo que tengo que mantenerme alejado de la casa de Veronique al menos 400 metros. No me importa. Te he superado, perra. Hoy vi el sitio ideal. Al entrar, me di cuenta de que el amor a primera vis(i)ta sí existe. Es una casa de dos pisos y sótano compartida sólo con otra persona. Es mucho mejor que donde vivo ahora y ligeramente más barata. El dueño -llamado Eric- me dijo que yo era el mejor candidato hasta ahora, pero que mañana tiene citadas a dos personas más para ver la casa y que, una vez les haya enseñado la casa a ellos, me llamará para confirmarme. Revivieron en mi las ganas de mudarme. Valió la pena esperar.


7 días para la mudanza.
Tras estar toda la noche encadenado al celular, Eric no me llamó. Suspenso. Creo que aprendí mi lección: no más chocolates a domicilio ni visitas inesperadas. ¡Esta es la era del sicariato!


6 días para la mudanza.
Esta mañana me di cuenta de que nunca le di mi número de teléfono a Eric. Me escribió un correo diciendo que -a pesar de que otra gente estuvo muy interesada y que hasta le ofrecieron más dinero- ¡el lugar es mío! Un clavo saca otro clavo. Hasta siempre, Veronique.

lunes, septiembre 14, 2009

Todo sobre mi caltera

Yo quiero esta billetera de Hot Chocolate Design.

Contrario a la creencia popular, la billetera no se utiliza sólo para llevar los reales o albergar las decenas de tarjetas de crédito doradas y platino que cualquiera posee -OMG-. La billetera habla por nosotros, cuenta lo que hemos vivido durante los últimos meses e incluso años. Es un diario de momentos y pelusa que nos da testimonio vivo de dónde hemos estado, de quiénes somos, de nuestra cultura y nuestra identidad.

Lo típico.
  • La cédula de identidad, eterna víctima de las burlas de mis amigos primermundistas. "Pero si esto lo puedo hacer yo en mi casa", "No tiene ningún precinto de seguridad", "Mira, el papel dice Kodak" - sí, mi cédula está hecha en papel fotográfico, con relieve del Escudo Nacional en el plastificado... de cuando eran buenas.
  • La licencia de conducir. Tampoco la gente cree que esa sea mi licencia. Menos mal que atrás dice Driver's License - Patente di Guida - Permis de Conduire - Führerschein. Estás jodido si quieres manejar en China, Japón, Rusia...
  • El carné de la Universidad, que afortunadamente se venció hace apenas un año y al cual le pude sacar la chicha hasta más no poder. Sin embargo, lo que me ahorré por utilizarlo, tuve que pagarlo en comentarios de la gente. "No puede ser que ese eras tú. Pareces un narco."
  • El billete de $1. Washington es como la auyama que conserva el dueño del abasto sobre la nevera de los jugos y la leche. Asegura abundancia monetaria mientras esté ahí, dobladito, tranquilito.
  • Las estampitas de Divinidades. En la actualidad tengo una del Nazareno de San Pablo, una oración a la Divina Misericordia, una de Nuestra Señora del Perpétuo Socorro y una de la Vírgen María. Las tres las compré con una tía muy querida en el Centro de Caracas, días antes de venirme a Toronto. Mis guardaespaldas las 24 horas del día.
A todos los anteriores, personalmente le he añadido en Canadá las tarjetas de cliente frecuente de AMC, Cineplex, Aeroplan, Sobey's, Future Bakery, Jack Astor's y el carné de afiliación del videoclub.

Lo no muy típico pero razonable.
  • El papelito rosado del Registro Militar.
  • La tarjeta de presentación de alguien que conociste en una fiesta y de quien no te acuerdas en lo absoluto. Tranquilo, esa persona tampoco se acuerda de ti.
  • Entradas viejas de cine, teatro o conciertos. Cuando consigues el ticket para la función de las 6:45 pm de Titanic en el Cine Altamira, sabes que es hora de limpiar la/cambiar de billetera.
Una anécdota.

En octavo grado Gisela, mi profesora de Salud, hacía inspecciones aleatorias de billeteras y le bajaba puntos a los hombres que no tuvieran un condón. Cuando estaba en octavo tenía 13 años. Yo me desarrollé aproximadamente siete años después por lo que para mí, tener ese condón en la billetera fue como tener una morcilla en la nevera de un restaurante vegetariano.