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domingo, diciembre 10, 2006

Oh, la mayoría


Somos como nos han educado nuestros padres. Somos producto de actitudes, traumas y repetición desde el vientre materno. Personalmente, tengo una (no sé cómo llamarle) ¿condición?, adquirida gracias a (o por culpa de) mi madre. Siempre me ha gustado la música y cuando era niño escuchaba cosas que la mayor parte del tiempo no le gustaban a mi mamá. Cuando venía una canción en la radio que me gustaba (y era algo estridente o gritona) yo la dejaba sonar y mi mamá se ponía toda tensa. Comenzaba a arrugar la frente y bajo sus lentes de sol escondía unas profundas ganas de caerle a batazos al reproductor del carro. Ante tales ánimos no me quedaba otra que cambiar la estación, a lo que fielmente mi mamá respondía algo como "cooooooño mijoooo, gracias a Dios, ¡¡me ibas a volver loca con esa musiquita!!".

Con el paso de los años, desarrollé entonces mi condición y es que ahora, no puedo disfrutar nada si no estoy 100% seguro de que la(s) persona(s) que me acompaña(n) están disfrutando, o al menos son indiferentes. Esto fue traumático en mi adolescencia sobre todo en el cine, cuando yo me tripeaba mi cine de autor y mis pelis fumadas o de alto contenido reprochable (Rosma tiene un cuento) y la gente comenzaba al lado a maltripear. Tuve entonces que ir afinando mi puntería a la hora de invitar a alguien a algún lado. En el carro siempre me pasa. Sin falta, colocaré música que le guste a mi copiloto o le soltaré el impelable "disjockea tú". Santo remedio.

Algo parecido me pasa cuando voy a un concierto de música clásica. Temo el momento en el que se acabe el primer Movimiento y la gente comience a aplaudir enardecida. Hoy en el Teresa Carreño en el concierto de Dudamel con la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar la gente aplaudió a rabiar TODOS los Movimientos, a pesar de las miradas poco disimuladas de algunos (como yo) y la cara de "qué-sudacas-tan-ignorantes" de los músicos invitados. En el solo de Joshua Bell, estuve a punto de pensar que la gente se iba a parar a aplaudir cual solo de guitarra en un concierto de rock... no pasó... gracias a Dios.

La gente que sabe que no se aplaude por lo general manda a callar a la gente que finalmente queda como regañada y aplaude sólo cuando la mayoría lo hace. ¿Qué pasó hoy? Que la Ríos Reyna estaba llena y la mayoría no sabía que no se aplaudía.

Otra vez mi capacidad quedó reducida a añicos por culpa de la mayoría.

Todo esto me llevó entonces a reflexionar y preguntarme ¿qué hacemos con esta mayoría? ¿es posible educarla? Porque todos tenemos derecho ya sea por gusto, por obligación, por intento de superación cultural o por puro snobismo a ir a un concierto de música clásica. Quizá poner unos cartelitos de "donde fueres, haz lo que vieres" en las entradas a la sala y en los programas. O un maestro de ceremonia que explique aquello de los Movimientos y los aplausos. O quizá un letrero luminoso de "Aplauso" tipo talk show.

Quizá lo más fácil es rendirse a la masa y lanzarle sostenes al solista y esperar que el director lance la batuta al público. Me está gustando la idea y todo. Burda de contemporáneo.

4 comentarios:

Anita dijo...

Ay Luisito! Te entiendo perfectamente con lo de los aplausos... pero dejame decirte que esa 'mayoria' no es solo en Venezuela, sino en Estocolmo tambien. Aqui se me paran los pelos cada vez que estos suecos se ponen a aplaudir entre movimientos... increible, no?

Luis! dijo...

¿en serio? ¡qué molleja!
yo pensé que eso era sólo aquí. creo que me siento un poco mejor ahora

Anastasia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Luis! dijo...

hay gente a la que el comentario le ha parecido snob y que los finales de los movimientos a veces son tan extasiantes que la gente no se puede contener y aplaude como loca.

está bien.

a mí me molesta. además que pienso que el pobre solista y el directon deben desconcentrarse. habría que ver por qué no se estila eso de aplaudir los movimientos.