Ya saben la historia de la linda nevada del domingo. Vieron las hermosas fotos que coloqué en el post anterior con todo cubiertico de nieve como en una fábula de Navidad. Todo muy tenue, muy delicado. Hasta que desperté el lunes.
Así, sin previo aviso, sin explicaciones, cuando abrí la puerta de la casa para salir, unos 3 cms. de nieve lo cubrían absolutamente todo. Además de esto, llovía freezing rain, que no es más que mini granizo.
De un sólo golpe llegó el invierno a Toronto. Durante la noche, miles de Duendecitos de la Nieve cruzaron la ciudad lanzando copitos de nieve. ¡Ah, qué lindo!
El momento Heidi del domingo no era más que una historia inconclusa que se aproximaba in crescendo a su climax del lunes. La felicidad me embargaba, sintiéndome por fin en una estación blanca y fría como en las películas. Salí caminando, disfrutando de mi lluvia congelada y viendo cómo toda la urbanización había cambiado y cómo la nieve se acumulaba. Llegué tarde al trabajo porque el tranvía se retrasó media hora solamente en el sentido en el que yo iba. Buej, no iba a dejar que eso empañara mi nuevo día, no iba a dejar que ese pequeño detalle evitara que disfrutara la nieve crujir bajo mis botas.
A la hora del almuerzo, salí a buscar mi burrito de Burrito Boyz (cuando vengan, díganme que los lleve. Son burda de buenos) y el paisaje se veía bastante diferente. Ahora, la mezcla de la sal que echan para derretir la nieve, con el sucio de los carros y el 'calor' (no hacía suficiente frío como para que la nieve se quedara en estado sólido) que hacía afuera hicieron que la blanca nieve se convirtiera en una masa ocre-grisácea, resbaladiza y pastosa. Al parecer, el turno de la tarde de los Duendecitos de la Nieve lo tomaron unos vendedores de raspao de tamarindo... y se les voltearon los carritos.
Sí, fue un lado menos glamoroso... pero igual estaba contento. Ustedes saben, la novedad.
Llegó la hora de ir a casa, y tras una rica cena pagada por el jefe me dirigí a mi parada de tranvía, sintiendo cómo perdía poco a poco toda movilidad de mis manos. Al ratico pasa un muchacho anunciando que el tranvía (justamente el que iba a tomar yo) "se quedó atascado". Esto implicó que en vez de tomar el tranvía, bajarme en O'Hara y caminar mis 3 cuadras tuve que caminar a Spadina, tomar un tranvía hasta Dundas, donde agarré un autobús a Dufferin, que me dejó en Queen... desde donde tuve que caminar al menos 6 cuadras... bajo cero.
Tullido no describe cómo llegué a casa, moqueando el alma y desprendiendo raspao de tamarindo de mis botas. Curso intensivo de invierno para un venezolano cualquiera, acostumbrado al calor del trópico.
Hoy no nevó, ni llovió líquido ni sólido, pero la masa de raspao son bloques congelados en toda la ciudad que poco a poco se va deshielando. Y el frío está que arde... Mientras escribo estas líneas estoy a -11 ºC, pero con la brisa y otros factores se siente como -18 ºC. ¡Ja! Ni yo lo creo.
Pensándolo bien, el invierno más bien flirteó con Canadá porque dudo que a esto se le pueda llamar invierno.
3 comentarios:
Ay L!ui
Q espectaculo la calle cubierta de nieve, tb imagino q esa cena pagada por el jefe ha de haber estado "mi amor", jajajaj
Q vaina tan buena lo del raspao de Tamarindo, tal cual los q vendían a la salida del colegio en primaria verdad?, yo tb lo pedía con leche condensada por favor!!!!
Este año cuando te vaya a visitar me llevas a Burrito Boyz pq eso no no los podemos PERDERE mi papamai.
Ay!! Me haces mucha falta, tq muchisimo, besos y abrazos
la más "mi amR" de todas, jajaja
L!! q linda la nieve. Estás como el chiste de "gomaespuma", el del cubano que se va a Pensylvania (¿Se escribe así?)...
Botas para la nieve... 150$
Cámara digital... 400$
Raspao de Tamarindo en la ciudad que el invierno olvidó, y luego recordó repentinamente...
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